En las nubes

Un día en Scarsdale con Inge

El mes pasado tuve uno de esos días en los que necesitaba salir de Manhattan. Llevaba casi 3 semanas intensas de trabajo con los grupos, visitas sin parar y durmiendo 5 horas al día. Empecé a pensar que las ojeras se habían aposentado permanentemente en mi cara blanco nuclear.

Inge, una amiga de la familia que vive en un pueblo ubicado a unos 40 min de Nueva York, me invitó a su casa a pasar el día. No me lo pensé ni un minuto y accedí a escapar de la ciudad por unas horas. Necesitaba un momento para mi, tener una buena comida con sobremesa, relajarme un poco y conocer por fin Scarsdale del que tanto me había hablado.

Mi tren salía a las 13.00 desde Grand Central Station. El acceso al mismo fue bastante sencillo. El precio del billete me costó unos $8. Al subirme al vagón y sentarme me relajé totalmente.

Me sentía como en aquel capítulo de Sex & The City cuando Carrie se va de fin de semana a los Hamptons a casa de sus amigos gays. En mi caso no iba a los Hamptons, Inge está casada y le encanta George Clooney.

Después de estar viviendo ese último mes en un cuchitril del Meatpacking con baño compartido, me sentía como si fuera al cielo. Toallas blancas, baño limpio, casa inmaculadamente limpia,…

Scarsdale es un pueblo de clase bastante alta. El centro del pueblo es muy pequeño, tranquilo y mono. Te lo pateas en 5 minutos. Llegas en tren perfectamente pero tampoco lo recomiendo como visita, ya que es imprescindible moverse en coche. Eso sí, si alquilas un coche y te apetece salir de la ciudad para ver casas espectaculares, Scarsdale es una maravilla.

Todos los vecinos tienen acceso a unos parques naturales preciosos. El High School principal era como sacado de la serie  Gossip Girl. Me dieron hasta ganas de volver a estudiar y apuntarme al equipo de Cheerleaders  para salir con algún buenorro del equipo de fútbol americano.

Comimos en un restaurante italiano buenísimo llamado Tutta Bella Trattoria (754 White Plains Road – Scarsdale). Después de tirarme un montón  de días comiendo literalmente por todos los parques de la ciudad, aquel plato de pasta me supo a gloria bendita. Y de postre, limoncello casero.

Visitamos todos los rincones del pueblo, parques, colegios, biblioteca, piscina, etc… y luego acabamos la tarde charlando en su casa.   Me enseñó la habitación de invitados con vistas al jardín, con baño (que casi lloro de la emoción al verlo) y ya fijamos que el año que viene me plantaba ahí 1 semana en régimen de hija adoptiva.

Gracias Inge por la visita y prepárame la habitación de invitados porque en breve me planto ahí.

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