En las nubes

Esto es lo que me pasó un día en el metro de Nueva York

Siempre tengo muy presente mis tres semanas sola en Nueva York en agosto del 2010.

Uno de esos días que estaba agotada de tanto patear y patear, recuerdo entrar en el metro y sentirme bendecida por poder sentarme al menos 10 minutos en aquel vagón refrigerado del polo norte.

Recuerdo también estar empanada en mi momento de placer, sin prestar atención a nada y de repente notar una presencia delante de mi que me agarra la mano y me da un papel doblado. En ese momento levanté la cabeza sintiendo una especie de WTF y vi que era un hombre de unos 40 años que se distanciaba de mi, mientras me miraba fijamente y desaparecía del vagón visto y no visto.

Me di cuenta que todo el mundo me miraba sonriente. En ese momento me sentía como un tomate en plena ebullición. Tenía a un hombre a mi derecha que riéndose me dijo – ¿No vas a abrir la nota?-  Y yo con otra sonrisa ruborizada le dije -Tendré que abrirla-

Al desplegar ese papelito, encontré un nombre escrito a boli (Robert) junto a un número de teléfono. Típica situación digna de película. De repente el hombre que tenía a mi derecha me dijo – Yo conocí a mi mujer en el metro. Puede que él sea tu futuro marido-

No me pude contener y eché una carcajada, diciéndole – No creo que él sea mi futuro haha-

Si fuera una película, este tal Robert que desapareció entre la multitud clavándome la mirada, sería una especie de cruce entre Brad Pitt y Michael Fassbender, pero mi realidad en aquel momento no fue esa. Así que nunca llamé a ese tal Robert. Me hice mi propia película, pensando que llevaba un puñado de notitas en el bolsillo para repartirlas entre las mujeres del metro.

Esta historia la cuento porque en Nueva York todo es posible. Podía contaros más cosas, debido a que más de 20 viajes de tía enfermiza han dado para mucho.

Nunca sabes con lo que la ciudad puede sorprenderte.

Que acabéis de pasar un buen día 🙂

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