Nuria Farré

Artista

Descubrí el couchsurfing en un viaje a Polonia. Cuando te acostumbras a viajar durmiendo en sofás de amigos o desconocidos que se acaban convirtiendo en amigos, ya no concibes pagar un hotel. Un conocido de Ohio me dijo que se iba a vivir a Nueva York. En ese momento no dudé ni un segundo en sacar mis ahorros y plantarme en su sofá de Brooklyn. Me pareció que era el paso definitivo en mi vida como viajera.

Mi motivo principal era crecer.

Acababa de superar un máster que se había convertido en una piedra en el zapato. Decidí que necesitaba un año sabático entre mi vida como estudiante y mi vida como profesional y necesitaba un catalizador para atreverme a afrontar la vida de adulto. Parece un poco rocambolesco tener que irse sola a la otra punta del mundo, pero nunca he reflexionado tanto sobre mi vida como lo hice en las cafeterías, parques, museos y calles de Nueva York, en los que sacaba mi libreta y me ponía a relatar mis experiencias en la ciudad.

Cuando te das cuenta que acabas de comprar un billete para irte sola a Nueva York, te entra la euforia.

Empiezas a sentirte un personaje de una novela al que seguro le pasarán grandes aventuras en una ciudad como esta.  Sin embargo cuando se acerca la fecha empiezas a sentirte insegura ¿y si me pasa algo? ¿y si me roban nada más llegar? ¿y si me hago daño?

Al tomar la decisión, la gente que te rodea te hace comentarios del tipo -¡oh que valiente eres! – ¿valiente? ¿Qué crees que me va a pasar? – ¿no te da miedo estar sola en una ciudad tan grande?-  La gente no es consciente que lo único que hacen es meterte más miedo.

Empecé a leer experiencias de chicas que habían viajado solas y que no solo habían tenido los mismos miedos que yo y lo habían superado, sino que eso les había regalado una de las mejores experiencias de sus vidas. Cuando subí al avión ¡todos mis miedos se quedaron en tierra!

Llegué un 13 de septiembre de 2015 y una vez superadas las dos horas de cola en inmigración,  salí al exterior, me quedé cinco minutos sentada sobre mi maleta respirando hondo, mientras sonreía bobamente.

Les envié un selfie a mis padres y cogí el taxi.

Sentí la euforia que siento cuando llego a un país extranjero mezclada con un sentimiento de libertad que no había sentido nunca. Estaba sola, a punto de vivir experiencias nuevas.

Estando sola en Nueva York te sientes protagonista de una gran película, mientras te emocionas con cada monumento, museo o lugar importante.

Me sentí muy orgullosa de mi misma por haber superado los miedos, miedos que ahora me parecen ridículos.

Me alojé en Williamsburg (Brooklyn)  compartiendo piso con 4 chicos de 22 a 25 años. La mayoría trabajaban en publicidad excepto uno que era artista, y como yo también soy artista estuve mil veces mejor que sola en un hotel  ¡Además me ahorré el alquiler! Lo que más me gustó era el ambiente, todo gente joven, baretos súper interesantes, tiendas de comida de todo tipo y mucha más paz que en Manhattan.

Este viaje me sirvió para reafirmar que era capaz de hacer cosas por mi cuenta, demostrarme a mi misma que soy independiente y que puedo sobrevivir en este mundo sin la ayuda de nadie.

Viajar te hace crecer como persona, pero hacer el viaje de tu vida te da más, te da poder sobre ti misma. Miro atrás y no me encuentro, viajar sola te cambia,  aprendes mucho más, te vuelves una esponja, charlas con todo el mundo y estás mucho más abierta a comprender su estilo de vida y sus costumbres.

Si estás pensando en viajar sola a Nueva York ¡no lo dudes!  Será el viaje de tu vida.

Hay que dejar de lado la supuesta fragilidad femenina (eso no significa que no tengas que tener en cuenta que pueden pasar cosas, hay que ser atrevida pero no inconsciente) y empezar a valerse por ti misma!

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