La historia

Day 21: Desayuno, comida y copas

Pensaba que mi último día iba a ser tranquilo, que iba a pasear mientras me despedía de la ciudad. Pero no ha sido así.

A primera hora de la mañana he quedado con Katie para desayunar. Todavía no nos habíamos visto desde su vuelta. Ibamos a hacer de nuevo el intercambio de llaves y a contarnos nuestros respectivos viajes.

Habíamos quedado en su piso para decidir donde ir a desayunar y porque me quería enseñar la caja de cristal que se había comprado, la misma que yo tenía en mi habitación. Me estuvo contando que se enamoró de la caja que tengo en una de las mesitas de noche. Se obsesionó tanto que la estuvo buscando por todas las tiendas de Barcelona, hasta que la encontró.

Y ahí estaba, posicionada también en su mesita porque le recordaba a su piso de Barcelona. Me impresionó verla ahí. Otra vez me impactaron tantas coincidencias. Ahora teníamos lo mismo en las dos mesitas. En la mía la foto de mi perro y la caja y en la suya la foto de su perro y  la caja.

Fuimos a desayunar a Sweet Melissa. Realmente ha sido uno de los desayunos más raros que he tomado. Una Quiche con ensalada y un café. Como yo no tengo problemas con la comida (es fácil de adivinar leyendo el blog), me comí hasta la ensalada.

Nos contamos todas nuestras aventuras y los sitios que habíamos visitado y una vez más le comenté mi adoración por Nueva York pero las dificultades que hay con los visados.

Se me quedó mirando y me soltó un “Everybody is doing it all the time.. so.. you can do it. You can come to New York. And you have to know that you have friends now.

Siempre que alguien te anima a llevar a cabo algo, tu deseo se vuelve más fuerte. Al oír esas palabras, supe que la clave está en ver las cosas fáciles. Si visualizas tu mayor deseo sin barreras, dificultades o frustraciones, todo viene a ti de manera fácil. Si visualizas algo que deseas llevar a cabo de manera difícil, así será.

Nos despedimos en la puerta de la cafetería, nos hicimos una foto de recuerdo y mientras cada una se iba por un lado diferente, Katie me gritó en medio de la calle un “New York will miss you!”.

Empecé a caminar por Court Street para despedirme de manera temporal de mi futuro barrio y como era de esperar, entré en Cozy Nails (268 Court Street) para hacerme la manicura de 9$ con masaje en manos y brazos. Elijo un rojo pasión y mientras posiciono mis manos en los secadores de manos que están pegados a la ventana, me dispongo a contemplar la calle. Vuelvo a sentir esa sensación territorial. De que ese es mi barrio y de que pertenezco a ese lugar.

Hace 6 meses, el día que Katie me envío el email para ver si me interesaba el intercambio, me contaba que el barrio se llamaba así por el revolucionario Charles Carroll, el único católico romano en firmar la Declaración de Independencia. Esa misma noche haciendo zapping, topé con una película que justo en ese momento, en esa misma escena narraban la historia de Charles Carroll. Reconozco que se me puso la piel de gallina y desde entonces siento que todo este viaje forma parte de un paso importante en mi vida.

Era la hora de comer y había quedado con Luca, el italiano que conocí en el Rooftop. Sentada en el metro empecé a darle vueltas si aquello era una cita o una simple comida de dos personas extranjeras que se encontraban a miles de km de casa.

El punto de encuentro fue la heladería GROM justo en la esquina de la calle Bleecker con Carmine Street.  Nos saludamos como si nos conociéramos de toda la vida y como buen caballero me dejó que escogiera restaurante.  Sólo se me ocurría un sitio, el sitio donde prometí que iba a desayunar el primer día que me instalara en esta ciudad, mi Café Angelique.

Tengo que reconocer que el italiano no era nada mi tipo. Era un gran conversador y aunque no vi ni por asomo apetito sexual durante la comida, pasé un buen rato. El momento que vi claro que no era una cita fue cuando llegó el turno de pagar.

Nos despedimos y proseguí mi camino de despedida por la ciudad hasta que Maite,  una amiga de Ana que conocí en la fiesta de Cedar Street,  me llamó para tomar unas copas por la noche. Pero antes tenía que regresar al piso de los vampiros para dejar mi última compra, una precioso candelabro de cristal de Crate & Barrel de por lo menos 2 kilos de peso.

Cené en el castillo, me puse mis tacones y me preparé para la hora del Martini. Habíamos quedado en la puerta de Buddakan, un restaurante y sitio de copas de moda del MeatPacking District y famoso sobre todo después de que Carrie Bradshaw celebrara su cena de prometida en aquel lugar.

Es curioso cuando viajas y estás a años luz de tu vida, la rapidez en la que conoces a gente. Yo lo llamo instinto de supervivencia. Con Maite me pasaba lo mismo que con Luca y la gente que había conocido durante esas tres semanas, era como si la conociera de toda la vida. Maite trabajaba en el Guggenheim de Bilbao y se encargaba de trasladar las obras de Bilbao al Guggenheim de Nueva York.

Nos empezamos a reír después de todas las cosas absurdas que habíamos comprado y las que aún estaban en nuestra mente. Le confesé que en la maleta llevaba de todo, un candelabro, una mini jardinera de madera que había comprado en los Hamptons decorada con corazones, especias, miel, un pájaro para clavarlo en la pared,  todo mi kit de cupcakes, Honey Mustard, salsa picante, una radio para la ducha, un comedero de princesa para mi gata, etc… Son las compras más raras que he hecho nunca en un viaje.

Admito, soy una compradora compulsiva y feliz después de saber que en los próximos dos meses viviré arruinada, encerrada en mi piso de 38m2 y rodeada de todas estas chorradas que me recuerdan a Nueva York.

¿Voy a ser capaz de meter todo esto en la maleta?. No lo quiero saber.

Me queda medio día para empezar un nuevo capítulo en mi vida.

Sigue leyendo – Day 22: See you soon…. (último capítulo)

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