María Argerich

Marketing editorial

Estaba en un momento de mi vida en que me sentía agotada y una necesidad de cambio muy grande en todos los aspectos. Así que, aprovechando que venía el verano, empecé a buscar opciones para “estar sola y pensar”, tenía todo un mes por delante para poder hacerlo.

Necesitaba un tiempo para estar conmigo a solas. Mi búsqueda en Google era muy clara “viajar sola” y así me apareció Nueva York y el blog de Sola en Nueva York y pensé ¡Qué mejor lugar para estar sola que en Nueva York…la ciudad que nunca duerme!

Al principio sentía inseguridad, ya que nunca había viajado sola con otra gente a la que no conocía, pero eso fue lo que más me empujó, el pensar que era algo único y exclusivamente para mí.

Estaba tan convencida que todo saldría bien, que ir con gente a la que no conocía significaba cero recuerdos. Este viaje sería un punto y aparte ¡sólo tenía ganas de que llegara el día para coger el avión!

Desde el primer momento el blog y Bianca me transmitieron mucha confianza.

Al llegar a Nueva York sentí emoción, felicidad y libertad absoluta.

Ir con gente desconocida significa que todo es nuevo,  y como sabía que teníamos a nuestra guía personal, simplemente me dejé llevar. La sensación de disfrutar de cada paso, de ir conociendo una ciudad increíble, pero sin preocuparme de ningún mapa o horario o “estrés” por llegar a un sitio, solo caminar y observar. Y encima conociendo a gente nueva que seguramente también hayan venido a este viaje por el mismo motivo “conocerse”, sólo puede aportarte cosas buenas y nuevas visiones de la vida.

Si tuviera que decir qué es lo que más me gustó del viaje, no podría decantarme por una sola ya que todas tuvieron su momento. El río Hudson al atardecer, la brisa y la paz que había, pasear por las calles y edificios que ya conoces por el cine, el cine al aire libre en Bryant Park (me enamoró ese parque), la clase de cocina japonesa y la posterior cena…

Pero quizás el día que estuve sola paseando, dejando que los pies me llevaran sin haber pensado ningún rumbo, parando dónde había algo que me llamaba la atención, haciendo un picnic sentada en la hierba de Central Park y dónde de repente a pocos metros de mí, una chica se puso a cantar ópera con una voz extraordinaria que me puso la piel de gallina…sólo pude tenderme en la hierba y disfrutar. Allí supe qué es lo que quería en vida y lo que no.

Con este viaje a Nueva York ha habido un antes y un después en mi vida. De hecho, es algo que tengo clarísimo…¡volveré y pronto!

Si estás pensando viajar sola a Nueva York, tan sólo decirte que no te arrepentirás…

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